Por Joan Chiva (Artículo publicado en la revista de febrero)
Tras el inicio de la pandemia del Covid-19 se está normalizando y convirtiendo en costumbre el maltrato contra la tauromaquia desde las instituciones políticas. Tras no recibir ayudas económicas durante la primera fase de la pandemia, las trabas para evitar la celebración de festejos taurinos cuando la pandemia empezaba a dar muestras de relajación o la no inclusión como actividad cultural en el famoso “bono cultural”, la Generalitat Valenciana ha eliminado a los festejos de “bous al carrer” de la partida presupuestaria para este año 2022 en la que el período anterior constaba con una irrisoria cantidad de 12.000 euros, pero, más vale algo que nada.
Este hachazo contra la tauromaquia tiene un trasfondo ideológico y un claro objetivo que no es otro que agonizar al sector de la tauromaquia para llevarlo a su extinción. Olvidan conscientemente los políticos que los festejos taurinos y más concretamente su expresión en “els bous al carrer” en la Comunidad Valenciana es uno de los sectores más importantes tanto en el plano económico como cultural y festivo del que miles de familias dependen pero que nuevamente son ninguneados por las instituciones. Olvidan también que la ley, de la cual se sirven cuando les interesa en beneficio propio, les obliga a promocionar y conservar esta tradición que forma parte de la idiosincrasia de la cultura española.
Pero bien es sabido que sus gestos políticos no tienen excusa ninguna, sino que se fundamentan en su intención de arrebatar al pueblo valenciano y español de una de nuestras tradiciones más arraigadas a nuestra identidad.
Al final, no se trata de estar en contra o a favor de la tauromaquia. Sino que estas medidas son el claro ejemplo que su ideología propugna la imposición como medio de la consecución de sus objetivos políticos. Más que la tauromaquia y “els “bous al carrer” lo que verdaderamente está en peligro es el valor más esencial del ser humano que no es otro que la libertad. Y los políticos que hoy se asientan en los escaños de los parlamentos saben que prohibir la tauromaquia directamente podría serles contraproducentes de lo que sacarían más bien poco rédito político. Y, por ello, están utilizando el arma económica como medio para asfixiar y condenar a la tauromaquia a su abolición.
Es triste que, viviendo en una democracia, aunque en ocasiones parece una dictadura encubierta, tengamos que hablar y luchar para que los políticos no respeten solamente nuestros gustos y nuestras tradiciones, sino que respeten nuestra libertad de seguir defendiendo y conservar aquello que es propio de nuestra identidad y de nuestro patrimonio cultural.
Lo peor de todo es que sus posturas en contra de la tauromaquia se fundamentan en argumentos fruto de su ignorancia porque desconocen a la perfección este sector, tanto al toro, su vida en el campo, la repercusión medioambiental de las dehesas y su contribución a la creación de empleo y riqueza. Pero se ha creado en España, una sociedad carente de criterio propio y de moral que como un rebaño de ovejas sigue al pastor sin importarle el porqué de las cosas y sin informarse para poder crear una opinión.
En definitiva, este nuevo modus operandi instaurado en los gobiernos está siendo efectivo porque el sector está sufriendo y mucho el estrangulamiento económico al que se ven abocados. Nuevamente somos condenados por una ideología y un movimiento que no pretende proteger al toro como nos quieren vender, sino que quieren condenarlo a su extinción y arrebatarnos nuestra libertad para decirnos lo que tenemos que hacer y lo que tenemos que dejar de hacer.